27/11/2013
Miguel Ángel Lozano, Ramón Zulueta,
Liliana Lara y Dora Trejo
Desde un punto de vista biológico, las orquídeas no sólo son plantas fascinantes porque evocan la exuberancia de los bosques tropicales, la extravagancia de sus colores, lo excelso de sus aromas o el exotismo de sus formas, sino también por la distribución de sus cerca de 30 mil especies conocidas1 en todos los continentes, la diversidad de sistemas de polinización y de atracción de polinizadores que les caracteriza, y las curiosas adaptaciones que tienen para desarrollarse y colgar de árboles o arbustos (epífitas), prosperar sobre piedras recubiertas de musgo u hojarasca en descomposición (semiterrestres), o crecer vertical y majestuosamente sobre raíces que se fijan en la tierra (terrestres). Si bien es cierto que se les encuentra en casi todos los rincones del planeta, algunas fuentes señalan que estas no son capaces de sobrevivir en los polos, en las zonas con alturas superiores a 4 500 metros sobre el nivel del mar ni en los desiertos de extrema sequía.
La identificación de los antecesores de esta hermosa planta se ha dificultado debido a que sus flores y sucesos relacionados con el transporte de polen han sufrido infinidad de ajustes evolutivos, que además de mantener un amplio intercambio de información genética entre las poblaciones silvestres, determinan sus estrategias de diversificación2 y conservación universal.
Si bien no es común que una especie de planta sea visitada por un único polinizador (como abejas, aves y demás), en algunas orquídeas esta regla es una excepción. Así, para ilustrar uno de los casos más evidentes de interrelación ecológica, se hace necesario recurrir al ejemplo de la orquídea y la esfinge de Morgan de Madagascar –una polilla–, lugar donde Charles Darwin observó en 1862 que esta planta tenía un inmenso tubo de 28 centímetros que producía néctar; al tratar de descifrar el enigma de su polinización, el célebre naturalista opinó que debía existir un insecto que utilizaba ese alimento energético para llevar a cabo sus funciones vitales.
Mas tuvieron que transcurrir casi cincuentaaños para comprobar que tales predicciones eran correctas, de tal suerte que para entonces los científicos descubrieron que la mariposa Xanthopan morganii praedicta se alimentaba del néctar libado de la orquídea Angraecum sesquipedale y la fecundaba con polen procedente de otra flor gracias a su larga espiritrompa, cuya longitud supera la del espolón de la orquídea.
Hoy en día, lo anotado sobre estas dos especies puede explicarse en términos ligados con la coevolución generada en el tiempo y en el espacio, de tal manera que los cambios morfológicos, fisiológicos, ecológicos o genéticos ocurridos en una de ellas “exige” una adaptación de la otra para que la interconexión y mutualidad entre ambas poblaciones de organismos perdure en la naturaleza.
En efecto, la aceptación de la progresión paralela y armónica de todos los seres vivos se reconoció a partir del planteamiento hecho en 1965 por P. Ehrlich y P. Raven, y desde entonces este proceso ha considerado aspectos tales como la dispersión y la depredación de semillas, la herbivoría3 y la defensa química contra los insectos, pese a la trascendencia de estos últimos en la polinización de las plantas.
En el caso particular de las orquídeas, hay dos aspectos que han dificultado precisar con certeza su origen e historia. En primer lugar, la distorsión sufrida en las estructuras formadas por la unión aparente de los estambres y el pistilo (ginostemo) no tiene símil en ningún otro linaje vegetal del planeta. En segundo término, la delicadeza singular de las membranas de su polen, que imposibilita su fosilización. Diversos análisis de ADN han permitido constatar que las orquídeas surgieron hace más de 90 millones de años4 y que son los parientes más cercanos de los espárragos y no de los lirios modernos, con los cuales se les había relacionado en primera instancia.
La exitosa expansión de los ancestros de las orquídeas que hoy se conocen en todos los continentes se basó en la “imaginación desplegada” para sobrevivir en situaciones adversas; además de haber superado todos los tipos de estrés climático, hídrico, humedad ambiental, nutrimentos, luz y enfermedades, aseguraron su polinización mediante los insectos desde hace millones de años, lo que les ha permitido ocupar el grado más alto de evolución dentro del reino vegetal.
Entre sus inconfundibles habilidades destaca su capacidad para instalarse en las bifurcaciones de los troncos y en las ramas horizontales rugosas de los estratos superiores de un bosque, donde el tejido especial de sus raíces cumple tres funciones: captan el agua contenida en la atmósfera húmeda, por lo que nunca necesitan tomarla directamente del suelo; absorben los nutrimentos liberados por los restos vegetales que se atoran en las horcaduras de los árboles y que poco a poco se descomponen, y aseguran la sujeción de la planta a la corteza y sus hojas absorben la luz sin competencia extrema. Del mismo modo, las transformaciones florales o de sus feromonas fomentan una interacción perdurable o “matrimonio” con los insectos y otros grupos de animales que se encargan de asegurar su polinización natural y su mayor alcance reproductivo; estas son estrategias de reproducción muy avanzadas, comparables a algunos dispositivos adaptativos que se han desarrollado en el reino animal.
En relación con la primera de las tácticas bioecológicas utilizadas por la mayor parte de las orquídeas, vale la pena señalar que a las plantas sobre las que viven las utilizan únicamente como soporte, pero nunca las parasitan ni las matan, como popularmente se cree, pues en ningún momento toman nada de ellas. En cuanto a los procesos de imitación y de adaptación se refiere, se les han agrupado de la manera siguiente: orquídeas que poseen néctar, las que simulan poseerlo, las que simulan poseer polen, las que imitan insectos o nidos de abejas para atraer a sus polinizadores (orquídeas miméticas que por lo general seducen sexualmente a las abejas y a las avispas) y las que se fecundan a sí mismas (autogamia o autopolinización, que ocurre en las flores no polinizadas justo antes de marchitarse).
En sentido religioso, el irresistible y cautivador hechizo de las orquídeas se remonta a una leyenda de la mitología griega, en la cual Orchis, hijo de una ninfa y un sátiro, bebió en exceso durante las festividades del dios Baco (dios del vino); ya ebrio, cometió un pecado imperdonable: tuvo relaciones íntimas con una sacerdotisa, la cual lo condenó a muerte por designio divino. Sin embargo, sus padres suplicaron a los dioses que lo perdonaran y devolvieran la vida a su primogénito. Ante tan pertinaz insistencia, aquellos accedieron, pero con la condición de que tendría la obligación de proporcionar satisfacción a los hombres en su vida próxima. Por consiguiente, y sin tardanza alguna, Orchis fue transformado en una orquídea con facultades afrodisíacas y poderes eróticos que supuestamente fortalecían el vigor sexual de quien la oliese.
Fuente©1: Red Mundial.www.orchidpainter.com/Sesquipedale.jpg
Fuente©2: Red Mundial.www.elicrisojt/orchidee/xanthopan.jpg
En otras culturas, estas plantas también han simbolizado feminidad y seducción refinada eintensa, o bien pasión amorosa, virilidad y perfección estética ligadas con acontecimientos atroces y guerras despiadadas teñidas de sangre. En el caso de las civilizaciones mesoamericanas, es indudable el uso religioso, medicinal o culinario de especies tales como Arpophyllum spicatum, Encyclia citrina, Laelia speciosa, Laelia rubescens y Prosthechea vitellina, entre muchas otras.
No obstante, la orquídea más importante en el mundo cultural de los mayas y los aztecas fue la vainilla o tlilxóchitl, que, según cuenta una leyenda, tuvo su origen en la muerte de la joven Tzacopontziza (“Lucero del alba”), hija del tercer rey totonaco Teniztli, quien había hecho votos de castidad, y su amante Zkotan-Oxga (“Joven venado”). Tras ser degollados ambos por sus amores prohibidos, se les extirpó el corazón y se ofrendó a la diosa Tonacaohua en señal de expiación. Y justamente en el lugar del sacrificio brotó un arbusto de vainilla y a su lado se desarrolló una orquídea, que más tarde se cubrió de flores, cuyo excelso aroma aún invita al disfrute de esa planta. A la vainilla se le utilizaba sobre todo para preparar una bebida que ponía remedio al cansancio, las preocupaciones y el miedo y fortificaba el alma: el chocolate (xocoatl).